El rincón más famoso de Boston para comer mariscos frescos: Neptune Oyster


En el corazón del North End de Boston, Neptune Oyster mantiene una fórmula ganadora desde 2004: sala diminuta, producto impecable y política de “sin reservaciones” (solo walk-ins) que explica sus filas constantes. Está en 63 Salem Street, abre diario desde las 11:00 y extiende cocina y raw bar hasta la noche, ideal para caer temprano o buscar asiento en la barra.


La carta se mueve con la marea: ostiones del Atlántico servidos al minuto, clam chowder cremoso y el lobster roll que muchos llaman “obligado” en Boston. El rollo se ofrece caliente con mantequilla o frío con mayonesa (incluso con caviar), montado en brioche y con porción generosa; detalle clave que lo mantiene en los listados de imprescindibles de la ciudad.
El chowder suele figurar entre los favoritos locales cuando se busca una versión moderna, profunda en sabor y con equilibrio de almeja, papa y crema.
Más allá de la fama de su lobster roll, Neptune ha recibido elogios nacionales: fue incluido por The New York Times en su lista de 50 restaurantes favoritos de EE. UU. (2022) y aparece de forma recurrente en guías de mejores oyster barsdel país.
Detrás del proyecto está Jeff Nace, quien abrió Neptune en 2004 inspirado por los oyster bars parisinos y creó un formato íntimo —apenas unas decenas de asientos— que hoy define la experiencia: barra activa, rotación de ostiones y servicio atento. wineandspiritsmagazine.com+1

Consejos prácticos
- Ve temprano o en horarios “raros” (apertura, media tarde): sin reservaciones, la barra suele moverse más rápido.
- Si te sientas en barra, pide ostiones para arrancar y comparte el lobster roll (caliente o frío) con papas a la sal; remata con el chowder si el clima lo amerita.
- Revisa que ese día no haya especiales de pasta de mar (spaghettini de langosta, bucatini de erizo, etc.), que rotan por jornada.
Neptune Oyster condensa lo mejor del litoral de Massachusetts en un formato breve y honesto: materia prima, técnica y timing. Si visitas Boston, vale planear la espera: pocas mesas, mucha personalidad y platos que justifican la fila.
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