Greta Elizondo: La dualidad de un sueño sobre el escenario

Entre la fragilidad de Odette y la seducción de Odile, la primera bailarina de la Compañía Nacional de Danza se prepara para conquistar el Auditorio Nacional con El Lago de los Cisnes.
Entrevistamos en exclusiva a Greta Elizondo, quien el próximo 11 de octubre asumirá uno de los roles más exigentes y emblemáticos del ballet clásico: la interpretación del cisne blanco y el cisne negro en El Lago de los Cisnes. En esta conversación íntima, Greta nos comparte los retos físicos y emocionales detrás de esta dualidad, su trayectoria marcada por la disciplina y la pasión, y la forma en que busca conectar con el público más allá de la perfección técnica.
“Es de esos papeles que una bailarina siempre sueña. Aunque físicamente es muy pesado, la oportunidad de explorar esta dualidad es increíble”

De los cuadernos de la infancia al escenario
Su historia con la danza comenzó de manera inesperada. De niña, acompañaba a su madre —apasionada del baile— a sus clases con una maestra rusa, y mientras ella practicaba, Greta se entretenía coloreando. No fue hasta los ocho años que decidió ponerse unas zapatillas y descubrir, sorprendida, cómo su cuerpo respondía a cada indicación. A los diez, ya tenía claro que quería dedicarse profesionalmente al ballet.
@gretaelizondo (Instagram)
A los quince años dejó Monterrey para perfeccionarse en la Kirov Academy en Washington, D.C., tras obtener una beca en el Youth America Grand Prix. Fue un cambio radical: de entrenar a tiempo parcial en su ciudad natal, pasó a vivir en un internado donde el ballet ocupaba las tardes enteras y la disciplina era tan estricta como inspiradora.
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Ascenso y consolidación en la Compañía Nacional de Danza
Su llegada a la Compañía Nacional de Danza fue como aprendiz, aprendiendo todos los roles y levantando la mano cada vez que había una oportunidad. Ese empeño la llevó, en apenas dos años, a ser promovida a solista. Desde entonces, ha interpretado papeles memorables en Manon, Giselle, Romeo y Julieta, Carmen y, por supuesto, El Lago de los Cisnes.
“Lo que más me gusta es contar historias y conectar con el público. No se trata de que me aplaudan, sino de que puedan verse reflejados en lo que interpreto”



La exigencia detrás de la magia
Para la función de octubre, Greta se prepara con un régimen intenso: pilates, clases diarias de ballet, natación, sauna, terapia física y una alimentación precisa que le permita recuperarse cada día. Todo esto mientras ensaya otro reto: su debut como invitada del Ballet de Monterrey en Giselle, apenas dos semanas antes.
“Sé que voy a terminar exhausta, pero también sé que necesito este nivel de exigencia para llegar como quiero llegar”.
Interpretar a Odette y Odile es, para ella, más que un desafío técnico: es una exploración artística y personal. La suavidad melancólica del cisne blanco contrasta con la energía cortante y seductora del cisne negro. Esa transición, más que un cambio de vestuario, es un cambio de piel. “Todos tenemos esa dualidad: podemos ser vulnerables y también fuertes, suaves y duros. Me emociona llevar eso al escenario y que el público lo sienta”.

Con orquesta en vivo, una sola función y la magnitud del Auditorio Nacional como escenario, El Lago de los Cisnes será no solo una cita imperdible para los amantes del ballet, sino también un momento clave en la trayectoria de Greta Elizondo, una artista que ha hecho de la disciplina, la pasión y la conexión con el público su sello personal.
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