Imanta Resort en Punta de Mita, Nayarit

Donde la selva abraza el descanso
En una experiencia envolvente que une lo sagrado de la tierra con lo más selecto del bienestar, aislado entre montañas verdes y frente al océano, esta isla ubicada en Punta de Mita, Nayarit, redefine el descanso con un diseño que rinde tributo a la tierra. Con una arquitectura inspirada en civilizaciones antiguas y vivencias que invitan al equilibrio, se convierte en un destino inolvidable.
Un santuario entre piedras, hojas y mar
Imanta se esconde en cien hectáreas de selva viva, entre acantilados y playas de arena suave. Allí, una docena de edificaciones de piedra se integran a la vegetación, como si hubieran nacido de la montaña misma.
Desde cada casa se admira el azul turquesa del océano y la inmensidad de la Sierra de Vallejo. La conexión con el entorno es absoluta: los caminos respetan árboles centenarios y los materiales provienen del terreno que los sostiene.
El lugar cuenta con su propia playa, donde el sonido del mar y la textura de la arena generan una sensación envolvente. La arquitectura combina formas sólidas y elementos naturales para fundirse con la selva.
Bienestar en armonía con la tierra
La búsqueda del equilibrio en Imanta va más allá del descanso. Sus tratamientos de relajación se inspiran en técnicas ancestrales como el temazcal, guiado por un chamán entre cantos en náhuatl y el vapor de piedras volcánicas encendidas.
El Jungle Spa está rodeado por higueras y palmas que resguardan sus cabinas abiertas. Alllí, la música proviene del viento y del canto de las aves tropicales. Aloe vera, hojas de plátano y flores cultivadas en la propiedad dan vida a los tratamientos más representativos.
Además del reiki, los baños de hielo con agua de mar y las sesiones de sonido ofrecen alternativas para quienes buscan sanar desde dentro. Cada espacio fue diseñado para reconectar con el cuerpo, la mente y el espíritu, sin distracciones ni excesos.
Cocina de origen con visión contemporánea
Cada platillo y bebida en Imanta es una celebración. El pescado zarandeado se cocina sobre brasas, el maíz orgánico viene del altiplano y la barra de agave ofrece tequila, mezcal y raicilla mientras el sol se oculta tras el horizonte.
Las cenas junto al acantilado combinan gastronomía, paisajes y ceremonia. El recorrido por estaciones al aire libre integra sabores del mar y de la tierra con el ritmo de tambores, flautas huicholes y el crujido del fuego encendido.
Hay clases privadas de cocina, donde se preparan ceviches, margaritas o tortillas, todo con ingredientes frescos y técnicas tradicionales. En cada platillo se percibe el cuidado por la calidad y el respeto a las raíces.
Naturaleza que transforma
Las caminatas por el Cerro del Mono, las sesiones de hipnosis o el yoga al amanecer tienen un mismo propósito: reconectar con el origen. Las vistas al Pacífico, el canto de las guacamayas y los caminos de arcilla son parte de ese viaje interior.
Desde liberar tortugas hasta navegar en kayak por grutas escondidas, Imanta ofrece algo más que alojamiento. Cada detalle está pensado no para escapar del mundo, sino para regresar a lo esencial.