Un rooftop que sí vale la pena: así se vive Pandora

Ubicado en La Juarez, Pandora Rooftop es uno de esos lugares donde todo se alinea: el espacio, la comida, la atención y el ambiente. Desde que llegas, la vista te atrapa: una panorámica increíble de la ciudad que, junto con la decoración de estilo art déco reinterpretado, crea un ambiente estético, cómodo y bien pensado. Entre texturas retro, detalles modernos y una atmósfera relajada pero elegante, el espacio te invita a quedarte y no solo por un rato.
La versatilidad del lugar es una de sus grandes fortalezas: puedes llegar al almuerzo, quedarte a la cena y luego moverte a su bar privado en el nivel superior para cerrar la noche con un buen cóctel. Incluso hay una zona aún más exclusiva que eleva la experiencia nocturna. Pandora es, literalmente, un plan completo.
Y aunque el espacio conquista de inmediato, la comida es la verdadera protagonista. En nuestra visita, empezamos con dos cócteles sorprendentes: un gin con cítricos, ligero y refrescante, y uno de plátano con ron que rompió todas las expectativas. Después llegaron las entradas, y con ellas, la primera gran impresión visual. Cada platillo está presentado con tanto cuidado que da gusto verlos llegar a la mesa. Probamos las croquetas de jaiba con requesón —cremosas, crujientes, deliciosas— y una tostada de aleta azul impecable. Luego vinieron los sopes de berenjena pibil, una opción vegetariana con mucho sabor y personalidad.

Pero el momento más sorprendente fue la col italiana con aguachile negro, servida con palomitas de maíz para cambiarle a la típica tostada de maíz. Suena arriesgado, pero sabe increíble: una mezcla inesperada de texturas, temperatura y sabor que se siente fresca y muy bien pensada. Después llegó una hamburguesa con la cocción perfecta, toppings balanceados y pan suave. Para cerrar, nos trajeron un buñuelo con helado y un último cóctel con sake frutal: un final redondo, dulce y ligero que cerró la experiencia con el mismo nivel con el que empezó.

El servicio también merece mención aparte. El equipo está atento a todo, desde el ritmo en que llegan los platillos hasta los pequeños detalles de la mesa. El manager y los meseros cuidan cada momento sin que lo notes demasiado, y el chef incluso se acercó a darnos algo de contexto sobre lo que estábamos por probar, lo cual siempre suma. Se siente cuando hay un equipo que disfruta lo que hace.
Pandora es uno de esos spots donde sientes que cada peso —y cada minuto— está bien invertido. No solo por la comida o las bebidas, sino por cómo se vive toda la experiencia. Es un lugar que vale la pena conocer y, sobre todo, repetir.
