Alexis Mata: Entre el ruido de la ciudad y la quietud del paisaje

En entrevista, el artista multidisciplinario Alexis Mata, nos revela cómo ha sido su trabajo que durante años se caracterizó por una profunda conexión con el espacio público. Las calles, muros y banquetas fueron su lienzo.
El arte, una herramienta de crítica social, y la ciudad, su campo de batalla. “Durante años estuve muy enfocado en lo social, en lo que pasaba afuera. El espacio urbano era mi lienzo, el asfalto mi territorio de batalla”, recuerda. Sus obras intervenían lo cotidiano con mensajes directos, apelando a la reflexión colectiva desde el espacio compartido.
Sin embargo, todo cambió cuando, por distintas circunstancias, se alejó de ese entorno. El silencio, la pausa, lo llevaron a un viaje más introspectivo. “Estar lejos del espacio público me obligó a mirar hacia dentro. Y ahí encontré un universo que no había explorado: uno de sueños, de imágenes que se escapan al raciocinio, de colores que no sabía que tenía por dentro”.

Esta transición no fue una ruptura, sino una evolución. El compromiso político sigue presente, aunque ahora se expresa desde otros lugares: desde lo onírico, lo emocional y lo simbólico. “Un día me di cuenta que también había mucho que decir desde lo que pasa adentro: lo que sueñas, lo que sientes, lo que no puedes explicar con palabras”, explica. Así comenzó una nueva etapa creativa, menos combativa en la forma, pero igual de crítica en el fondo.
Una de las herramientas clave en esta transformación ha sido la inteligencia artificial. Para él, no se trata de sustituir el proceso artístico, sino de abrir nuevas rutas de exploración. “No se trata de que la máquina lo haga todo. Al contrario, la IA es como una chispa: me da una imagen o un trazo que luego yo retomo, intervengo y traduzco en algo más humano. Es un diálogo entre lo digital y lo manual”.
Esta convivencia entre tecnología y sensibilidad humana ha dado lugar a piezas que invitan a la contemplación. En lugar del impacto inmediato que caracteriza a gran parte del arte urbano, su trabajo actual propone una experiencia más pausada. “Estoy interesado en la contemplación, en detenerse. Vivimos muy rápido, con imágenes que nos bombardean todo el tiempo. Mi trabajo actual invita a lo contrario: a mirar con calma, a respirar dentro de una imagen”.
En este nuevo lenguaje visual, el silencio cobra protagonismo. Atrás quedaron los gritos gráficos de protesta; ahora, hay imágenes que susurran, que apelan a lo sensorial y lo desconocido. “Ahora creo que el silencio puede ser igual de poderoso. El arte no siempre tiene que confrontar con fuerza; a veces lo que incomoda es lo que no se entiende del todo”.

Este giro no significa que el artista haya renunciado al componente político de su obra. Al contrario, lo ha trasladado a un plano menos evidente pero igual de profundo. “Lo que soñamos también es político. Nuestros miedos, nuestros deseos, incluso lo que imaginamos… todo eso se forma en una realidad que nos afecta como comunidad”. Para él, lo íntimo también es colectivo, y por eso sus piezas buscan resonar en el interior de quienes las observan.
El uso de la inteligencia artificial también le ha planteado nuevas preguntas sobre el rol del artista en un mundo tecnológicamente asistido. “La IA no sustituye al artista. Lo que hace es ponerlo en una nueva pregunta: ¿qué de esto sigue siendo mío?, ¿qué quiero conservar como gesto único?”. Es en esa tensión entre el algoritmo y la mano, entre el cálculo y la intuición, donde nace gran parte de su obra actual.
Aunque su estética ha cambiado, su propósito no. Su arte sigue siendo una invitación a pensar, a sentir y a conectar. “Al final, lo que busco es que quien vea mi trabajo sienta algo, aunque no sepa bien qué. Que algo se mueva por dentro. Y si con eso puedo abrir una conversación, ya sea sobre tecnología, sueños o emociones, entonces el arte sigue cumpliendo su función”.

Lo que alguna vez fue una trinchera en las calles, hoy se transforma en un espacio contemplativo y digital que no pierde su fuerza crítica. Alexis Mata demuestra que la evolución no significa abandonar las raíces, sino expandirlas hacia nuevas direcciones, sin miedo a explorar lo desconocido. En sus imágenes —tanto las creadas con IA como las trazadas a mano— conviven el sueño, la memoria, la crítica y la esperanza.
Un arte que ya no grita, pero sí conmueve. Un arte que invita a detenerse, mirar hacia dentro y comenzar nuevas conversaciones.