Voluntad y compromiso para creer
¿Qué pudiste mejorar de ti durante estos meses de tan difíciles? ¿Cuáles fueron, son, los aprendizajes que obtuviste, que obtuvieron los tuyos, en esta pandemia? ¿Quién serás cuando podamos abrazarnos otra vez?
En un siglo no habíamos sufrido algo como esto y nuestro antecedente inmediato no duró ni una tercera parte de lo que se ha llevado avanzar en esta crisis sanitaria mundial. La influenza H1N1 nos paralizó, pero no lo suficiente, ni causó los estragos que hoy provoca este tipo de coronavirus y las cepas que le han seguido.
Nos metimos a nuestras casas y nos adaptamos lo mejor que pudimos a nuevas circunstancias, hábitos, buenos y malos comportamientos que terminaron por modificar muchas de las seguridades que teníamos de la vida y del mundo.
Un futuro incierto
Todavía no sabemos cómo será el futuro inmediato, pero queda claro que no será igual a lo de antes. Con eso en mente, deberemos (si no lo hacemos ya en estos momentos) evaluar nuestros compromisos, metas y objetivos, para que aprovechemos este difícil periodo.
Es un análisis personal y familiar, recomendable entre amigos, para que podamos contribuir a que todos estemos mejor y a estar preparados para las posibles contingencias que vienen; la principal, el cambio climático.
Resolver los problemas que nos afectan en lo personal y en lo general necesita de una participación más activa y de la voluntad para que hagamos lo que nos toca. Ninguno de los desafíos que tenemos como sociedad se hizo de la noche a la mañana, así que tampoco la solución será instantánea.
La retrospectiva de nuestras acciones
Si, por el contrario, este lapso de nuestra historia reciente permitió que tomaras consciencia de muchos aspectos que podías mejorar, entonces esta crisis es una bendición disfrazada que será un antes y un después de vida.
Salir de una experiencia así con mejores vínculos personales, metas cumplidas o una ruta definida para crecer, es la manera en que podemos perseverar, vencer obstáculos y dejar un legado que valga la pena para las generaciones que viene detrás.
Esa debe ser nuestra preocupación diaria, qué dejaremos y cómo aprovecharemos el tiempo, los recursos propios, cuidaremos los recursos de todos y modificaremos las maneras en que estamos transitando por el planeta para que éste dure muchos siglos más.
Nuestros alcances son infinitos
Hemos sido capaces de desarrollar tecnologías y avances científicos que auguran una mayor tranquilidad en el futuro, pero no hemos terminado de ver si estaremos en sociedades más justas, equilibradas, sanas y prósperas gracias a esas herramientas.
Uno de los campos, por ejemplo, donde debemos continuar invirtiendo y desarrollando soluciones es el médico, en específico en vacunas y tratamientos para estar alertas de nuevos virus y de nuevos padecimientos. Las y los científicos que lograron el milagro de las vacunas deben ser modelos a seguir para que tengamos los recursos humanos suficientes que prevengan los daños de nuevas enfermedades.
Lo mismo para la conservación de la salud física y mental en un estado óptimo. No se trata de perseguir la inmortalidad, aunque sí de hacer un uso responsable de la ciencia para que la calidad de vida crezca. Solo que eso no significará mucho si no viene acompañado de cambios de actitud, de compromiso social y de una voluntad para ver por el bien común.
Somos una especie que vive en comunidad y eso le ha permitido una evolución diferente y única, es nuestra tarea confirmar que ese proceso ha sido benéfico para el planeta que es nuestro hogar y para el resto de las criaturas que lo comparten con nosotros.
Esos cambios empiezan en nosotros y con nosotros. El primer paso para ello es hablar con nuestros más cercanos al respecto, realinear objetivos, ajustar la brújula, y pensar en lo que podemos alcanzar unidos, juntos, y en una misma dirección.
Por Luis Wertman Zaslav