Cutre Bar: Donde el verano sabe a ostiones y vino

Cutre Bar no es solo un lugar para comer o tomar algo. Es un punto de reunión para quienes buscan planes distintos sin tanta formalidad. Un espacio donde las cosas pasan fácil: llegas sin planearlo mucho, te quedas más de lo previsto, y al final siempre terminas pidiendo otra copa.
De cata con onda a un lugar para quedarse
Antes de que Cutre abriera sus puertas, Carlos y Mariano Ruíz de Chávez, junto con Emilio Ochoa, ya estaban reuniendo gente. Lo hacía con Cata con Onda, un proyecto gastronómico-cultural que mezclaba vino, arte y conversaciones en lugares especiales: había música, cine, arquitectura y, sobre todo, una comunidad curiosa por hacer algo diferente.
Ese grupo de personas que se fue formando fue clave. No solo para llenar los eventos, sino para darle forma a una idea más grande: crear un lugar donde esa experiencia no tuviera que terminar cuando acabara la cata.
Con el tiempo, esas ganas de seguir creando experiencias se convirtieron en un espacio físico. Así fue como once socios que compartían una misma visión decidieron unirse para hacerlo realidad, y poco a poco, se fue armando Cutre. Entre ellos estaban Manuel Leycegui, Mariano Ruíz de Chávez, Claudio y Felipe Margain, Adrián Struck, Emilio y Patricio Ochoa, Carlos Ruíz de Chávez, Patricio Camarena, Fernando Buzo y Óscar Villarreal.

Ostiones, vino y algo más
Cutre gira en torno a una idea sencilla pero bien ejecutada: una barra donde el vino y los ostiones son protagonistas, pero no lo único que importa. Desde el inicio, la propuesta ha crecido de forma natural, con espacio para que cada quien aporte lo suyo. Primero fue el chef Xavier Tourón, que trajo una visión mediterránea clara. Después llegó Marco Antonio Barbecho, quien mantuvo esa base pero le sumó una identidad más local, más relajada, más cercana. Dando como resultado un menú amplio y flexible, con platillos que cambian según la temporada y que acompañan bien tanto una comida larga como una noche de copas.
Lo que siempre está presente es la barra de ostiones, con variedades que se ajustan a la temporada. A eso se suman mariscos, pescados que van rotando, y opciones de tierra y vegetales pensadas para quienes no necesariamente buscan sabores del mar. Cutre es simplemente un lugar al que da gusto volver.
Un plan con sol, vino y cero prisa
Hay lugares que encajan mejor con cierta temporada, y Cutre fue hecho para el verano.
Con una comida ligera, pensada para el calor, y una propuesta que se adapta al ritmo de cada quien, llegas, te instalas en la terraza, compartes algo fresco y dejas que el día se acomode solo. No hace falta salir de la ciudad para sentirte de vacaciones. Entre el vino frío, la música suave y el ir y venir de platos, Cutre se convierte en ese escape que no se planea, pero siempre funciona.