Suerte, Fortuna y Constancia
Escurridiza, hasta voluble, la suerte es una compañera que siempre puede encontrarse si uno se levanta temprano. La fortuna, por el contrario, es más un proceso en el que cada uno puede aprovechar esos episodios con actitud y esfuerzo, pero no hay trabajo que haga la diferencia si no es constante y nos permite mejorar.
Es fácil confundir los tres y pensar que la suerte es producto del azar, cuando puede que sea la consecuencia de seguir adelante con una idea fija y el buen ánimo necesario para vencer las adversidades.
Winston Churchill decía que el éxito es ir de fracaso en fracaso sin desanimarse, lo que explica que cualquier habilidad o talento sirve de poco si no estamos dispuestos a invertir el tiempo y la dedicación que se requiere para dominarlo.
En el trayecto de transformarse en un especialista, alguien considerado apto en aquello a lo que se ha dedicado y le gusta, uno tiende a apreciar más el camino y menos la meta que busca alcanzar. Claro que destacar es agradable, sin embargo, es la ruta que tomamos para lograrlo lo que realmente nos enriquece como individuos.
Estamos justo en la antesala de cambiar de etapa en esta difícil prueba que ha sido vivir una pandemia. Muchas personas que me han compartido su experiencia al momento de recibir la vacuna hablan de un alivio y de una emoción por haber llegado tan lejos, sobre todo cuando conocemos de casos cercanos que no tuvieron esa posibilidad.
Ya con su dosis, observo que llega un reajuste de prioridades y la esperanza de planear a futuro otra vez, de intentar cosas nuevas, de aprender y de disfrutar de aquellos buenos hábitos que antes nos parecían que estaban garantizados y que esta emergencia nos demostró que no era así.
Repensar la vida, nuestra vida, es un ejercicio que siempre será útil si está encaminado en ayudar a otros, enfocarnos en quienes son relevante para nosotros, y en construir mejores condiciones de vida a nuestro alrededor.
Puede que hayamos tenido suerte al alcanzar esta etapa y tener pérdidas solucionables o de continuar a pesar de esas ausencias irreparables que sufrimos en este trayecto. Pero tan solo estar aquí nos hace afortunados. Mantener el paso y desear que nos vaya mejor, trabajar para que así ocurra, esa es la constancia que le da sentido a la vida.
Y creo que aprendimos que la vida debe festejarse a cada momento, porque no tenemos nada seguro y no somos criaturas invencibles. Todo lo contrario. El más pequeño de los organismos puede alterar nuestra salud y nuestros conocimientos acumulados por siglos apenas son suficientes para diseñar los remedios que necesitamos para sobrevivir.
Hemos demostrado que somos una especie destacada en este planeta; no obstante, esta crisis sanitaria espero que nos haya aclarado que somos invitados en el mundo y no sus dueños absolutos. Particularmente cuando el siguiente desafío es cuidar los recursos naturales que tenemos y frenar el cambio climático.
Podemos resolver los graves problemas que tenemos y al mismo tiempo cambiar de hábitos y de comportamientos para tener un buen y bien vivir. No están peleados y eso lo sabemos ahora. Si realmente queremos honrar a quienes ya no están con nosotros porque enfermaron de este terrible mal para el que todavía no tenemos un tratamiento efectivo, entonces hagamos lo que nos corresponde para no dejar nada a la suerte, avanzar con un sentido de fortuna y agradecimiento permanente, y ser constantes en cada acto que decidamos llevar a cabo.
Esas buenas prácticas nos traerán suerte, lo aseguro, que se convertirá con rapidez en una vida afortunada si le damos la constancia y la dedicación que merece. Nada ha sido fácil en este año y medio. Fue una prueba compleja, que cimbró muchos de los fundamentos que teníamos en nuestro día a día. Para muchas personas simplemente se trató del final de su existencia.
En cada crisis, sea provocada por nosotros o de carácter natural, cruzamos por un camino incierto y persistimos muchas veces sin saber por qué. Encontrar esas respuestas, esos motivos por los que debemos continuar, nos debe convencer de que somos afortunados y tenemos la obligación de persistir, con solidaridad y empatía hacia quienes están cerca de nosotros y con quienes convivimos en cada ámbito de la vida, para que no dejemos nada al azar, sino a la constancia, al esfuerzo, como hábitos correctos que necesariamente traerán fortuna.
Reflexionar sobre ello es darle un nuevo valor a todo lo que tenemos, incluso a lo que perdimos, para apuntar hacia nuevos objetivos que hagan de nuestro paso por este mundo algo significativo, que nos permita dejar un legado para los que viene detrás de nosotros y que pueden tener la oportunidad, si hacemos lo que nos toca, de diseñar una época mejor que la nuestra.
Por Luis Wertman Zaslav